Carta a García: ¡No más excusas!

Este post va dirigido a todas esas personas que siempre tienen un pero, que lo cuestionan todo, que para todo buscan una excusa o una justificación, y que se desvían de la instrucción principal: ¡hágalo y punto!

Quiero compartir con ustedes una anécdota personal de aprendizaje y crecimiento.

Esto fue ya hace más de 10 años, cuando yo me encontraba feliz de la vida siendo empleado de una importante trasnacional en nuestro país: el grupo Éxito-Cadenalco y Casino, quienes eran los dueños de los automercados CADA y los hipermercados ÉXITO aquí en Venezuela, antigua CATIVEN, empresa, por cierto, expropiada y destruida por este gobierno. Pero ese es otro tema.

Lo cierto del caso es que para aquella época yo, como ya dije, era el ser más feliz del planeta, y pensaba que era el rey del mundo. No era más que un eslabón de una larguísima cadena corporativa de mando (eso lo entendería después), en la que todos debíamos cumplir metas, dar números, y hacer cumplir las exigencias de los altos directivos del negocio para hacerlo rentable.

Así las cosas, en uno de esos cambios de directivos que tanto se suceden en empresas de este tipo, me pusieron de jefe a un señor colombiano, un joven más o menos contemporáneo conmigo, muy enérgico, hiperactivo, bonachón, pero estricto a la vez. Era la típica representación de “gerencia de puertas abiertas”, de “gerencia de puño de hierro con guante de seda”.

Un día, como cualquier otro, de reuniones, visitas de directivos, de lidiar con el sindicato de empleados, con proveedores atrasados, con clientes, etc., mi jefe me dice a mí y a otros compañeros de trabajo a eso de las 2 pm, justo después del almuerzo: “señores, necesito el informe de faltas de personal del mes pasado y el reporte de pedidos de mercancía de las últimas 4 semanas para medir los productos agotados. Necesito eso a las 4 pm en mi escritorio, antes de que se vayan todos a sus casas… y recuerden: ‘Carta a García’…”

Ese día, como era mi costumbre, entregué mis informes puntuales antes de cumplir con mi horario. Aunque hubo otros compañeros de trabajo que no lo hicieron, porque no había impresora, o no había papel, o no tenían datos, o simplemente no tenían tiempo de entregarlo.

Y así, cada vez que el jefe nos pedía algo, nos daba alguna instrucción, nos invitaba a algo, o medíamos algunos objetivos o metas cumplidos, finalizaba con esta, hasta entonces extraña frase para mí: “Carta a García”.

Eterno curioso, empecé a buscar… ¿Qué es eso de “Carta a García»? ¿Será una novela? ¿Un chiste colombiano? ¿Una anécdota gerencial?

Hasta que lo conseguí.

Antes de contarles mi aprendizaje al respecto, quiero compartirles aquí íntegramente la famosa “Carta a García»:

Hubo un hombre cuya actuación en la guerra de Cuba culmina como un astro en su perihelio.

Sucedió que cuando hubo estallado la guerra entre España y los Estados Unidos, palpóse clara la necesidad de un entendimiento inmediato entre el Presidente de la Unión Americana y el General Calixto García. Pero, ¿cómo hacerlo? Hallábase García en esos momentos Dios sabe dónde en alguna serranía perdida en el interior de la Isla. Y era precisa su colaboración. Pero, ¿cómo hacer llegar a sus manos un despacho? ¿Qué hacer?

Alguien dice al Presidente: «Conozco a un hombre llamado Rowan. Si alguna persona en el mundo es capaz de dar con García es él: Rowan».

Cómo el sujeto que lleva por nombre Rowan toma la carta, guárdala en una bolsa que cierra contra su corazón, desembarca a los cuatro días en las costas de Cuba, desaparece en la selva primitiva para reaparecer de nuevo a las tres semanas al otro extremo de la Isla, cruzando un territorio hostil, y entrega la carta a García, son cosas de las cuales no tengo especial interés narrar aquí. El punto sobre el cual quiero llamar la atención es éste:

«McKinley da a Rowan una carta para que la lleve a García. Rowan toma la carta y no pregunta: ¿en dónde podré encontrarlo?».

¡Por Dios vivo!, que aquí hay un hombre cuya estatua debería ser vaciada en bronces eternos y colocada en cada uno de los colegios del universo. Porque lo que debe enseñarse a los jóvenes no es esto o lo de más allá; sino vigorizar, templar su ser íntegro para el deber, enseñarlos a obrar prontamente, a concentrar sus energías, a hacer las cosas, «a llevar la carta a García».

El General García ya no existe. Pero hay muchos Garcías en el mundo. Qué desaliento no habrá sentido todo hombre de empresa, que necesita de la colaboración de muchos, que no se haya quedado alguna vez estupefacto ante la imbecilidad del común de los hombres, ante su abulia, ante su falta de energía para llevar a término la ejecución de un acto.

Descuido culpable, trabajo a medio hacer, desgreño, indiferencia, parecen ser la regla general. Y sin embargo no se puede tener éxito, si no se logra por uno u otro medio la colaboración completa de los subalternos, a menos que Dios en su bondad, obre un milagro y envíe un ángel iluminador como ayudante.

El lector puede poner a prueba mis palabras: llame a uno de los muchos empleados que trabajan a sus órdenes y dígale: «Consulte usted la Enciclopedia y hágame el favor de sacar un extracto de la vida de Corregio». ¿Cree usted que su ayudante le dirá: «sí señor», y ponga manos a la obra?

Pues no lo crea. Le lanzará una mirada vaga y le hará una o varias de las siguientes preguntas:

¿Quién era él?
¿En qué Enciclopedia busco eso?
¿Está usted seguro de que esto está entre mis deberes?
¿No será la vida de Bismark la que usted necesita?
¿Por qué no ponemos a Carlos a que busque eso?
¿Necesita usted de ello con urgencia?
¿Quiere que le traiga el libro para que usted mismo busque allí lo que necesita?

Diga: ¿para qué quiere saber eso?

Y apuesto diez contra uno a que después de que usted haya respondido íntegramente el anterior cuestionario y haya explicado el modo de verificar la información y para qué la necesita usted, el prodigioso ayudante se retirará y buscará otro empleado para que le ayude a buscar a «GARCÍA» y regresará luego a informarle que tal hombre no existió en el mundo.

Puede suceder que yo pierda mi apuesta, pero si la ley de los promedios es cierta, no la perderé. Y si usted es un hombre cuerdo no se tomará el trabajo de explicarle a su ayudante que Corregio se busca en la C y no en la K; se sonreirá usted y suavemente le dirá: «dejemos eso». Y buscará usted personalmente lo que necesita averiguar.

Y esta incapacidad para la acción independiente, esta estupidez moral, esta atrofia de la voluntad, esta mala gana para remover por sí mismo los obstáculos, es lo que retarda el bienestar colectivo de la sociedad. Y si los hombres no obran en su provecho personal, ¿qué harán cuando el beneficio de su esfuerzo sea para todos?

Se palpa la necesidad de un capataz armado de garrote. El temor de ser despedidos el sábado por la tarde es lo único que retiene a muchos trabajadores en su puesto. Ponga un aviso solicitando un secretario, y de cada diez aspirantes, nueve no saben ni ortografía ni puntuación.

¿Podrían tales gentes llevar la carta a García?

¿Qué tal? Interesante, ¿no?

La “Carta a García” es es un texto de autosuperación escrito por Elbert Hubbard en 1899.

Gracias a la “Carta a García” entendí ese mensaje que siempre mi jefe me estaba diciendo: ¡Haz las cosas, bien y sin excusas! ¡Hazlas y punto!

Normalmente, como empleados, como miembros de un equipo o de una organización, solemos tener asignaciones, tareas y responsabilidades, y es muy común ver que la gran mayoría de las personas, al no cumplir las exigencias se escudan en peros, en justificaciones o excusas sin razón.

Pareciera que ya es normal en nuestra sociedad echarle la culpa al otro de nuestra incompetencia: al país, a la crisis, al sistema, a la computadora, el vecino, a la suegra, a los otros compañeros… pero siempre tenemos una justificación, y hasta bien argumentada, de porqué muchas veces no cumplimos con lo que se nos asigna, no seguimos las instrucciones y le terminamos viendo 5 patas al gato.

Amigo lector, si formas parte de un equipo, organización o empresa, del tamaño que sea, debes aplicar la “Carta a García”. Cuando se te asignan responsabilidades, las debes cumplir, no a tu manera, o como tú crees que debería ser. Se sigue la instrucción, se logra el objetivo y punto. Mi recomendación, por experiencia propia, es que luego de cumplida la instrucción, si tienes cuestionamientos que hacer o aportes que agregar, lo discutas con el equipo al que perteneces, incluido sus líderes. Eso sí será aprendizaje para ambas partes, no excusarte con un “pero es que”, “yo creo que”, “lo mejor es que”.

Esta castrista anécdota nos enseña por qué los militares son tan organizados (en la mayor parte del mundo, porque también hay sus excepciones): porque siguen y respetan la cadena de mando. No cuestionan las instrucciones que se les asignan. Y si hubiera cuestionamiento alguno, este se plantea y se discute después de cumplida la instrucción inicial.

La “Carta a García” es una excelente herramienta de liderazgo que yo recomiendo usar a todas las personas que tienen la responsabilidad de guiar equipos de trabajo. Tenemos que entender que en todo hay jerarquías. Somos parte de un sistema, micro o macro, pero sistema al fin, en el que hay que respetar y cumplir con lo que se nos asigna. Debemos ser proactivos, recursivos Y RESOLVER. Las excusas sólo te sirven a ti, a nadie más.

Y si no te gusta lo que se te asigna, no lo ves viable, no estás de acuerdo, no procede, simplemente porque no, o porque tú conoces siempre una mejor manera de hacerlo, la invitación es a que formes tus propios grupos de seguidores, de equipo de trabajo, de gente a la cual liderar bajo tus preceptos, visiones y opiniones. Pero cuando estés en esa posición de “liderazgo” te darás cuenta de que no te gustará que te den excusas cuando exijas, que te pongan peros y que tus eslabones no estén alineados a tu directriz. Entenderás entonces la importancia de la “Carta a García”, y la compartirás con tus liderados o subordinados. Se cerrará una vez más el ciclo del aprendizaje: desconocemos algo o no estamos de acuerdo, lo hacemos a nuestra manera, nos equivocamos, nos damos nuestros propios golpes, recordamos lo que una vez nos recomendaron, lo aplicamos y nos damos cuenta que acabamos de aprender una nueva lección.

Ya para finalizar, y como reflexión final, la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Voy a pasar mi vida de cuestionamiento en cuestionamiento, siempre dando excusas cuando no pueda o no quiera cumplir con algo, o por el contrario voy a ser como el soldado Rowan?

Agradezco a Víctor Andrés López, mi jefe para aquel entonces; el señor colombiano que mencioné en este post y con quien aprendí muchísimo, pero no sería sino hasta años después, aplicando todo lo aprendido en mis emprendimientos e iniciativas personales, que yo iba a enterarme de todo lo que aprendí con él, entre lo que está la “Carta a García”. ¡Gracias, Víctor!

Para leer otras fuentes de la «Carta a García» pueden visitar los siguientes enlaces:

Wikipedia

UNA CARTA A GARCÍA (Aportación de Gerardo Quintero)

«Un mensaje a García»

Sobre el autor

2 comentarios en “Carta a García: ¡No más excusas!”

  1. Saludos Roossevelt que este bien.

    Este post es una invitación a reflexionar sobre nuestra praxis cotidiana, comparto contigo el hecho de que Venezuela requiere de unos cuantos Rowan. Nos quejamos a diario de que las cosas no funcionan pero terminamos siendo parte de lo que tanto juzgamos y criticamos. Eso aunado al hecho de que nadie quiere seguir las normas, hemos pasado de la libertad necesaria a la anarquía sin objetivo, solo el simple hecho de llevar la contraria por hacer lo que yo quiero y punto y a eso lo llamamos libertad y mi derecho, y en ese quehacer nos llevamos por delante el derecho de los demás y les faltamos el respeto incluso a quienes están construyendo y trabajando.

    Criticamos sin límites pero no hacemos lo posible por aportar en pro del bien común y de mejorar lo que no me parece, y ese mal hablar como yo lo llamo es sin fundamento alguno, o investigación de la situación contra la que voy.

    Lo que te dejo tu jefe fue un aprendizaje significativo, que implica una restructuración de la visión del mundo, es tener una actitud proactiva ante los retos, es construir lo nuevo, eso requiere de trabajo, y en la actualidad sufrimos de pereza, no queremos hacer pero si hablar de más.

    Excelente!!!!!!!!!

    1. ¡Gracias, Sylmy! Sin duda que para mí fue una gran herramienta y ha sido un tremendo aprendizaje.

      Lamentablemente vivimos en tiempos en los que las personas hacen las cosas a «su ritmo», cuando sus ganas y su ánimo se lo dicten. Tenemos que entender que como miembros de equipos u organizaciones tenemos que agarrar el ritmo del equipo, NO el equipo ralentizarse al nuestro…

      ¡Saludos!

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