Christopher Gutierrez.-De pequeño veía cómo los más grandes se pasaban horas frente a un monitor haciendo algo que llamaban tesis. Por mucho tiempo, vi como las horas se les escurrían entre cada tecla, apuntes, libros y entrevistas.
En los días más soleados eran la viva expresión de la seguridad, podía ver en sus caras un enorme sentimiento de satisfacción cada vez que se encontraban hablando de la cúspide de sus esfuerzos. Pero yo sabía la verdad detrás de las risas y miradas seguras; había un ceño fruncido porque aún faltaban páginas por escribir, una mirada de cansancio combinada con muchos sentimientos de miedo e incertidumbre.
Durante años enfrentaron con mucho ímpetu a una monstruosa estructura de acero y concreto, nacida de los deseos de todo aquel que quiso vencer la ignorancia. Desde lo más pequeño fue germinando en los corazones y mentes de cada hombre que pasaron por su puertas, los que conocieron el éxito de sentarse en su magno corazón, los que saborearon el fracaso de no ser dignos de ella, pero que en el fondo de su ser son más de ella que muchos otros.
Mis metas fueron girando en torno a un eje de éxito. Alcanzaría pasar a través de sus puertas, allí ser pesado en la balanza y encontrarme digno de sus conocimientos. Un sueño que se me escapó de las manos (quizás por falta de carácter o simplemente no era lo suficientemente capaz).
No olvidaré nunca a los más grandes, mis fuentes de inspiración, ¡yo! Que los vi intentar, perseverar y triunfar, al igual que llorar y desesperarse. Los vi probarse y demostrarse cuál grande puede ser alguien que atraviese las puertas de este monstruo, esa fue la tarea que se le encomendó, hacer más grandes a los que ya son grandes, perfeccionar su habilidades, no hacer menos mediocres a los mediocres, y tal vez por eso es tan difícil pertenecerle.
La capacidad de pensar del hombre fue quien le dio nacimiento, se abrió camino a través de un mar de oscuridad, despertó las almas del conocimiento y así se convirtió en el hogar de todas las mentes brillantes, esas que estaban solas e inquietas. Les dio un espacio y las convirtió en estrellas puestas en lo más alto del firmamento, y su mensaje fue simple: cuida mi hogar, ese que me formó y me hizo brillar, cuida el hogar que un día te hará triunfar y brillar, cuida de la casa que vence a la sombras.
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Excelente reflexión… ¡y excelentemente bien escrito!
Muchas gracias Roosevelt (Y)