In memorian Juan Carlos Salas H.
Yo quise ser payaso de hospital. En serio, muy en serio. Pero la vida pasa, el tiempo transcurre y a veces no tomamos acción.
Bueno, solo en algunas cosas. De otros sueños si me he ocupado y son mi orgullo y bandera.
Pero como la vida premia a quien obra bien, he conocido a unos cuantos a través de muchos años. Gente con una sensibilidad especial que ha procurado que su servicio impacte a personas que por circunstancias están en un hospital.
Y los he visto formarse. He vivido con algunos su transformación y la internalización de ese payaso que llevan dentro. Que es un héroe y solo quiere ser la medicina natural de otros. Y lo logran.
El payaso de hospital que admiro es aquel que tiene brillo en la mirada cuando está en su rol. El que tiene un niño interior noble que se conecta en automático con los demás.
Por ejemplo tuve la fortuna de ver que mi amigo Juan Carlos encontró en Dr. Yaso un bálsamo de servicio y amor. Tal fue su pasión hacia ellos que en agigantados pasos se involucró con quienes los dirigían, dando siempre aportes importantes.
Dr. Peo -que era el nombre de su clown- ahora es un angel que los cuida y su magia siempre es recordada, hasta donde tengo entendido, cuando se reunen los payasos de vieja data.

Para mi y sin duda para otros fue un payaso de hospital inolvidable.
Lo supe el día de su funeral, cuando fueron a despedirlo decenas de ellos, con su nariz tan característica y con una chupeta en la boca. A Juan le encantaban. Y posiblemente regalaba bolsas de ellas a los niños en los hospitales.
Después de allí, ¡Tantos he visto! Reciban mi felicitación en el 15 cumpleaños de su fundación en Venezuela Ianna, Alexis, Liliana, Lisette, Ana Lourdes, Frank y también mi paisana maturinesa Milángela.
Que sean muchísimos siglos más. Porque este país merece tener payaso de hospital para rato.